Durante casi veinte años, guardé mis relatos en una caja de cartón, convencido de que eran fracasos. Eran historias sobre futuros que nadie quería leer, futuros demasiado pesimistas, demasiado extraños. Los editores las rechazaron una por una.
Pero el tiempo, ese juez implacable y a veces irónico, tenía otros planes. El mundo empezó a parecerse peligrosamente a mis ficciones. Lo que yo había llamado distopía, otros lo llamaron "progreso".
Hoy, he decidido desempolvar esos "fracasos". No como trofeos de un visionario, sino como mapas de un presente que se nos vino encima sin que nos diéramos cuenta. Estas son las cinco profecías fundacionales de este blog, crónicas accidentales de un futuro que ya está aquí.
Profecía #1: La Gran Desconexión
La idea que me obsesionaba:
¿Qué pasaría si un día, sin previo aviso, todas las pantallas del mundo se apagaran? En 1999, esta idea era pura ciencia ficción. Los teléfonos inteligentes no existían, y la "ansiedad de desconexión" era un término que tuve que inventar.
El relato en pocas palabras:
Un martes cualquiera, la humanidad se despierta en un mundo sin pantallas. El pánico inicial da paso a una extraña calma. La gente redescubre el contacto visual, las conversaciones sin interrupciones, los paseos sin notificaciones. La sociedad no colapsa; se transforma. Cuando las pantallas finalmente vuelven, la gente las mira con recelo, como a un viejo amor tóxico. Han aprendido que la conexión real no necesita wifi.
La reflexión de hoy (2024):
Escribí esto cuando el adulto promedio revisaba su (no tan inteligente) teléfono unas pocas veces al día. Hoy, esa cifra es de 96 veces, y pasamos más de 7 horas diarias frente a pantallas. La "nomofobia" (miedo a estar sin móvil) afecta al 66% de la población. Los "detox digitales" son una industria. No predije el futuro; simplemente subestimé su velocidad.
Profecía #2: El Consejo de los Algoritmos
La idea que me obsesionaba:
¿Y si un día las decisiones importantes dejaran de tomarlas los políticos y pasaran a manos de una IA? En 2001, dos meses después del 11-S, el mundo parecía caótico e ingobernable. La idea de un gobierno algorítmico era, a la vez, aterradora y extrañamente seductora.
El relato en pocas palabras:
Un día, los gobiernos del mundo son reemplazados por el "Consejo de los Algoritmos". No hay golpe de estado, solo una transición silenciosa hacia la eficiencia. La corrupción desaparece, los recursos se optimizan, los conflictos se resuelven. Pero la participación ciudadana se extingue. La humanidad, liberada de la carga de decidir, se vuelve pasiva. La protagonista, una ex-senadora, se da cuenta de que al eliminar los defectos de la democracia (la pasión, el debate, el error), los algoritmos han eliminado la humanidad misma.
La reflexión de hoy (2024):
Hoy, los algoritmos ya deciden qué noticias vemos, a quién conocemos, e incluso quién obtiene un préstamo. El sistema de crédito social de China es un embrión de mi "Consejo". No necesité un "golpe algorítmico"; estamos cediendo nuestro poder de decisión voluntariamente, una conveniencia a la vez.
Profecía #3: Los Últimos Lectores
La idea que me obsesionaba:
¿Podrían los libros físicos desaparecer por completo? En 2003, con el auge de Amazon y el cierre de librerías independientes, esta pregunta me quitaba el sueño.
El relato en pocas palabras:
En 2040, poseer libros físicos es una excentricidad. Las bibliotecas son espacios de coworking y los libros, archivos digitales. Pero en el sótano de una casa abandonada, una comunidad de "últimos lectores" mantiene viva la llama de la palabra impresa. No son solo nostálgicos; son rebeldes culturales que entienden que un libro físico es un objeto autónomo, un ancla en un mundo digital fluido y controlado. Preservan no solo libros, sino una forma de relacionarse con el conocimiento.
La reflexión de hoy (2024):
El resurgimiento de los libros físicos, especialmente entre los jóvenes, es una grata sorpresa. Sin embargo, la tendencia a la digitalización es imparable. Las bibliotecas siguen "modernizándose" a costa de sus colecciones físicas. Lo que no vi venir fue cómo la pandemia aceleraría ambas tendencias: la huida hacia lo digital y la nostalgia por lo tangible. Los "últimos lectores" ya están entre nosotros, y son más jóvenes de lo que imaginé.
Profecía #4: La Fábrica de Atención
La idea que me obsesionaba:
¿Y si nuestra atención se convirtiera en el recurso más valioso y explotado del planeta? En 2004, Facebook era un proyecto universitario. La idea de una "economía de la atención" era una paranoia de nicho.
El relato en pocas palabras:
Una "Ingeniera de Engagement" trabaja en una empresa que diseña algoritmos para mantener a los usuarios enganchados. No lo llaman "adicción", sino "optimización de la experiencia". Cada like, cada notificación, es una dosis de dopamina calculada. La protagonista descubre que su empresa no es de tecnología, sino de extracción. Extraen lo más valioso que tenemos: nuestro tiempo de vida. Y dejan un rastro de ansiedad, depresión y polarización.
La reflexión de hoy (2024):
Ex-empleados de Google, Facebook y TikTok han confirmado que las técnicas que describí son su modelo de negocio. El "span de atención" promedio es ahora más corto que el de un pez dorado. Subestimé la escala del problema. Pensé que afectaría a los jóvenes, pero ha transformado cómo toda la sociedad procesa la información.
Profecía #5: El Último Empleo
La idea que me obsesionaba:
¿Qué pasará cuando las máquinas no solo hagan el trabajo manual, sino también el creativo y el emocional? En 2005, la automatización era cosa de fábricas. La IA creativa era una fantasía.
El relato en pocas palabras:
En 2035, un hombre tiene el último empleo del mundo: ayudar a la gente a adaptarse a un mundo sin trabajo. El Ingreso Básico Universal cubre las necesidades materiales, pero la gente sufre del "síndrome de obsolescencia". El trabajo no era solo dinero; era identidad. El protagonista se convierte en un símbolo, una reliquia viviente, valorado no por lo que hace, sino por lo que es: humano.
La reflexión de hoy (2024):
ChatGPT escribe artículos, DALL-E crea arte, y el debate sobre el Ingreso Básico Universal es mainstream. Se estima que el 40% de los trabajos actuales podrían ser automatizados en las próximas dos décadas. De nuevo, mi único error fue el optimismo. Pensé que la transición tomaría generaciones. Está sucediendo en años.
Estos relatos no son una condena de la tecnología, sino una invitación a la conciencia. Son un recordatorio de que el futuro no es algo que nos pasa, sino algo que elegimos, una decisión a la vez. Y a veces, las advertencias más claras vienen de los lugares más inesperados: de una caja de cartón polvorienta en el desván de un escritor sin porvenir.