Sobre mí
Escritor sin porvenir

Soy un escritor sin porvenir, tengo 50 años y durante casi dos décadas creí que mi obra era un fracaso. Esta es la historia de cómo descubrí que mis relatos jamás publicados eran en realidad profecías de un futuro que aún no había llegado.

Los primeros años: el optimismo.

A los 25 años, como tantos jóvenes escritores, creía que tenía algo importante que contar. Escribía relatos sobre mundos distópicos en los que la tecnología reemplazaba las conexiones humanas, en los que los libros físicos eran reliquias del pasado y los algoritmos decidían qué arte merecía existir.

Mis historias hablaban de una sociedad obsesionada con las pantallas. En ese mundo. la atención se había convertido en el bien más preciado y había una epidemia de soledad, aunque se suponía que las personas estaban más conectadas que nunca.

Los editores de entonces me miraban con condescendencia. «Eres demasiado pesimista», «la gente no quiere leer sobre futuros tan tristes», «esto nunca va a pasar», me decían. Estaban convencidos de que los libros siempre existirían y de que la tecnología no nos separaba, sino que nos acercaba.

El gran silencio.

Después del enésimo rechazo editorial guardé mis manuscritos en una caja de cartón y me centré en la vida real. Trabajé en oficinas, pagué hipotecas, crié a mi hija, fui un ciudadano responsable. A veces me despertaba por las noches con nuevas ideas para un relato, que inmediatamente descartaba porque ya había demostrado que no tenía talento.

Durante esos 19 años el mundo cambió. Al principio, lentamente; luego con una
velocidad que me dejó sin aliento. Las librerías independientes empezaron a cerrar. La gente comenzó a leer en dispositivos electrónicos. Las redes sociales se convirtieron en el nuevo ágora, pero también en el nuevo coliseo. Los algoritmos empezaron a decidir qué contenido veíamos, qué música escuchábamos, incluso con quién nos relacionábamos.

Asistí a todo esto con una mezcla de horror y reconocimiento: era como ver mis viejos relatos cobrando vida, página a página, predicción a predicción.